Capital Europea de la Cultura: Cómo lo hacen los austriacos

Dic 22, 2024 | Viajes

2024 fue un año significativo para Austria, entre otras cosas, porque pudo ser uno de los tres países a los que se le otorgó ser la Capital Europea de la Cultura. Y ya que elegí «arte» como uno de mis intereses en Tinder, sería una pena como autoproclamado experto cultural no aprovechar esta oportunidad. Por eso un día puse el despertador a las cinco, limpié la cámara y partí hacia Bad Ischl, el centro de la región cultural Salzkammergut.
Cada año, la Comisión Europea anuncia dos o tres ciudades que se convertirán en Capital de la Cultura, con el objetivo de promover la diversidad y riqueza de la región. Este año lo fueron Bodø en Noruega, Tartu en Estonia y Bad Ischl en Austria. No había oído hablar antes de esta última ciudad austriaca, pero como estaba en la misma línea de tren de mi tan planeado Hallstatt, decidí darle un plus a mi viaje a este pueblo tan popular sumando Bad Ischl a mi itinerario.

A la caza de fotos y quizá incluso de cultura

La fresca comunicación visual y los bellos gráficos de la campaña me habían tentado desde hacía mucho tiempo. Si echan un vistazo a la página web oficial de Salzkammergut-2024, verán que hay 4 temas principales que recorren todo el proyecto: Poder y Tradición, Cultura en Movimiento, El Compartir y Turismo, y Construyendo una Comunidad Global. Sinceramente, no analicé demasiado qué hay exactamente detrás de ellos, mi objetivo era bastante sencillo: ver Hallstatt por la mañana, cuando habría menos turistas; desplazarme a Bad Ischl y luego ya veríamos. En busca de evitar la multitud de gente, me puse el despertador bien tempranito y cogí el tren de las 5:55 desde Viena con llegada prevista a las 9:24, suponiendo por supuesto que hiciera el transbordo de 13 minutos. Bueno, no lo hice. Fiarme de los ferrocarriles austriacos resultó ser un error esta vez, y mientras esperaba la siguiente conexión, me maldije por haber sido demasiado blando y no haber cogido la primera conexión de las 5:28.
Fuente: Salzkammergut 2024
En el tren regional hacia Hallstatt, desesperadamente hago las últimas capturas de pantalla de todos los eventos y obras actuales para aprovechar al máximo mi visita. El calendario tiene 18 páginas, así que hay mucho por elegir. Realmente no conseguí estar al tanto de todos los eventos secundarios de la Capital de la Cultura, solo pillé que el Orgullo de Salzkammergut se organizaba por primera vez gracias a este nuevo título y que Conchita Wurst, la cantante barbuda conocida del Festival de Eurovisión 2014, actuaba en algún lugar. El calendario de eventos no es abundante porque Bad Ischl sea una metrópoli vibrante. Por primera vez, no sólo una ciudad, sino toda una región ha sido elegida capital de la cultura: además de la ciudad de Bad Ischl, otros 22 municipios participaron en el proyecto. En cada uno de ellos se podía encontrar algo para todos; en el pueblo de Ebensee, por ejemplo, exponía la artista japonesa Chiharu Shiota, que en el momento de escribir este artículo, también tiene una exposición en Praga. Yo, dominado por Instagram, quería tachar el mágico Hallstatt de mi bucket list y luego, si la situación lo ameritaba, embriagarme culturalmente de alguna manera.

No me perdí nada (menos mal)

Al final me bajé en Hallstatt a las once y media, todo abatido porque ahora sí que iba a estar bien petado. Lo primero que veo es un autobús turístico de Slovak Lines. «Oh, genial, los eslovacos de verdad estamos hasta debajo de la alfombra», pienso, preguntándome con una pizca de ansiedad cuál de los tres miradores de Google Maps es el correcto y si lo encontraré. Mis temores resultaron innecesarios, ya que hay una calle principal que atraviesa el pueblo, repleta de tiendas y restaurantes. Apuro el paso entre los demás turistas, que curiosamente no son muchos. Cuando por fin me paro frente a EL mirador, me siento aliviado: las barreras cobertoras que había visto en los periódicos ya no estaban allí e incluso tuve espacio suficiente para sacarme fotos. Mi influencer interior está satisfecho, y así puedo salir lentamente a explorar el pueblo que solía tener en mi calendario de escritorio cuando era pequeño, «Mundo 2013». En el lago veo gente paseando en barcas-cisnes, que reconozco de una publicidad de ÖBB de Viena. Los Ferrocarriles Austriacos ofrecían un fin de semana cultural con desayuno y transporte a partir de 199 euros. Espero que mi viaje de vuelta me salga como mucho el 20% de esa cantidad.
Pero como cada vez hace más calor, los turistas se multiplican y no tengo a nadie con quien disfrutar de una cerveza en las mesas con manteles a cuadros junto al lago; sigo adelante. Lo siguiente en la agenda es Bad Ischl, y quizá no sólo eso, que viva el FOMO.

Bad Ischl, ¡ya voy!

Delante de la estación local paso por delante de una estatua de una mujer haciendo equilibrio con un tubo de oxígeno en su nariz, que permanecería allí incluso una vez terminado el proyecto. Como no quedaría muy estético en Instagram, continúo hacia el edificio Trinkhalle. «¡Ah, es sábado!» me doy cuenta al entrar en el centro a través de los puestos del mercadillo. Muchos ofrecen cerámicas con las características rayas blancas y verdosas. También las había visto en un cartel en alguna parte ese día, así que supongo que se trata de alguna curiosidad local. El Trinkhalle es un edificio situado en el centro de la Peatonal, con columnas griegas delante de las cuales se alzan paneles que promocionan Salzkammergut como región de la capital de la cultura. Probablemente habría esperado una disposición menos caótica del Centro de Información local, me recordó más a una tienda de recuerdos con algunas instalaciones repartidas por el edificio.
Cuando pregunté a mis amigos qué se podía hacer en Bad Ischl, a parte del balneario, me recomendaron una pastelería. Estoy seguro de que se referían a la que terminé yendo yo sin saberlo – ya desde la calle parecía noble y estaba relativamente llena. Al pedir un pastel me dan una ficha; veo que aquí tienen un sistema igual de confuso que en la Vollpension de Viena. Incluso el camarero es bastante gruñón, supongo que no es sólo cosa de los vieneses. Como evento cultural del día elegí una visita guiada a la exposición El Arte del Agua y la Sal, en la antigua planta salinera. Pero primero hay que encontrarla: las flechas me llevan por lo que parece un edificio de oficinas que me recuerda a un almacén de Bratislava al que una vez fui a recoger un pedido. Cuando por fin llego a la sala de exposiciones, me da un brinco el corazón: paredes desnudas, sonidos artísticos por los altavoces, ventanas industriales… esto sí me gusta. Entusiasmado, me apunto a la visita, por ahora parece que voy a ser el único.

La sal en sus múltiples formas

Un guía en pantalón corto y camiseta me pregunta si estudio historia del arte. Sonriendo, le digo que no, que estudio informática, y descubrimos que somos de la misma universidad, incluso de la misma facultad en la que él estudió. Al parecer, su vida también le llevó a otra parte, ya que guiará a nuestro grupo a través de la sección sobre la historia de la minería de la sal y el arte moderno que utiliza este elemento. Mientras tanto, se nos unen una señora mayor de Salzburgo y otra pareja, así que genial, no tengo que estresarme por el ambiente 1:1.
La sal desempeñaba un papel central para la región: el Salzkammergut estaba bajo la administración directa de los Habsburgo y los habitantes de la ciudad estaban, entre otras cosas, exentos del servicio militar obligatorio. Fue justo el choque entre la herencia de los Habsburgo y los impulsos contemporáneos lo que provocó fricciones entre los lugareños y los organizadores durante la Capital de la Cultura. Cuando luego buscaba sobre la percepción del proyecto, también me encontré con opiniones de que la cultura folclórica quedaba eclipsada por la «alta cultura», lo que hizo que algunas personas locales se sintieran provocadas. [1,2] Cuando el guía menciona que en algunas culturas la sal es un símbolo de respeto, hago algo que no suelo hacer en las visitas guiadas. Hago una pregunta. Me interesa saber si en Austria se saluda a las personas importantes, como los políticos, con pan y sal, como lo hacemos en Eslovaquia. La señora de Salzburgo se ríe y responde que «a los políticos seguramente no, como mucho bendecimos la sal el Domingo de Pascua».
La parte de arte moderno no sólo es interesante por su contenido, sino también por las historias que las acompañan. «Cuando hice una foto de este cuadro y se la envié al agente de seguros, nos contestó diciendo qué era lo que queríamos asegurar», recuerda el guía, señalando un cuadro pintado de blanco puro que contenía sal, por supuesto. «Se suponía que este mosaico de sal iba a ser plano. Pero cuando el artista vino aquí en persona, insistió en añadir nuestros Alpes, por lo mucho que lo impresionaron», dice el guía sobre la instalación de 6 toneladas. La exposición también incluye una película de un hombre en un lago serrando el hielo que tiene debajo; o una cuerda con zapatos colgantes envueltos en sal. Si se escanea el código QR que hay junto a la obra, la artista le contará cómo creó la pieza por accidente cuando su sandalia voló hasta el mar. Las sacó cubiertas de una capa de sal marina, y entonces decidió representar de forma similar los estratos del tiempo sumergiendo los objetos en el Mar Muerto. Cuando salgo de esta ciudad que me recuerda al balneario eslovaco Piestany, sonrío al ver la pegatina «Salt Lake Cities» en la estación de trenes. Este juego de palabras hace referencia a las 23 ciudades y pueblos que participan en el proyecto. Una de ellas es Gmunden, que será mi última parada.

Ciudad junto al lago

A decir verdad, ni el castillo junto al lago ni la renombrada cerámica local me atrajeron a Gmunden. Fue el bigote, las gafas redondas y el pelo castaño oscuro que me enviaron un tap en Grindr lo que me llamó la atención. Y aunque al final el chaval no tuvo tiempo ese día, Gmunden complementó perfectamente mi viaje cultural.

También reparé en un busto con los colores que había visto antes en el mercadillo, que junto con la instalación de una piscina me invitaban a una exposición en la casa de arte Blaue Butter. Mi entusiasmo lo apagó la señora que supervisaba la exposición. «Bueno, en realidad sólo teníamos el telón ahí al hacer el fotoshooting», dice, explicando por qué la exposición no se ve como en la cartelera. En cambio aprendí de ella sobre la importancia de la cerámica local. De lo que me contaba comprendí que la cerámica de Gmunden es algo parecido a la majolica de la región eslovaca de Modra, con un nivel de reconocimiento europeo. La señora hablaba y hablaba, pero no me enteré mucho más porque tenía un dialecto bastante fuerte.

A la ciudad de Gmunden la encontré también en otro blog en una lista de «pequeñas ciudades austriacas con encanto que tienes que visitar». Tenían razón, aparte del mini centro histórico, el paseo costero que se extendía hasta el castillo en la isla de Schloss Ort dejó una impresión muy agradable. La plaza, donde la gente estaba chill en los puestos de comida disfrutando de la música en directo, era dominada por una estatua del niño verde Moosmensch (hombre de los pantanos). Junto con las montañas y el lago, todo el escenario parecía sacado del mundo de fantasía de un videojuego. El alcalde de uno de los municipios participantes probablemente tenía razón cuando comentó que «él tiene su propia opinión sobre el uso del dinero, pero al menos la gente se enterará del lago para nadar tan chulo que tenemos aquí».

Paralelismos con Eslovaquia

Esta no es la única voz crítica asociada a la organización de la Capital de la Cultura. La ceremonia de apertura también provocó una reacción fuerte con su coreografía en la que bailarines desnudos se echaban sal unos a otros, así como la obra de arte a gran escala de dos chicas besándose, colgada en el ayuntamiento de Gmunden. Cuando me enteré de este incidente en los medios, pensé enseguida: «Se los comerían vivos en Eslovaquia». Encontré todavía más analogías con Eslovaquia sobre la capital europea de la cultura. No directas, porque en 2013, cuando Košice ostentaba este título, me preocupaban otras cosas que viajar para ver las diversidades culturales. Sin embargo, cuando navegaba por internet buscando comentarios sobre Salzkammergut 2024, se me vino a la mente mi país natal unas cuantas veces.
Según el diario Der Standard, también es muy criticable el número de proyectos rechazados: de 1.000 propuestas presentadas, sólo 50 pudieron ser aceptadas, lo que supone 950 rechazos. [4] Tengo claro que en las convocatorias públicas de cualquier país nunca todo el mundo estará contento. Luego pensé en la frustración y decepción de muchos artistas eslovacos, al ver rechazados sus proyectos porque el nuevo gobierno politizó el sistema de financiación. La cultura es algo delicado en todas partes, supongo. Del mismo modo observé la división omnipresente en la sociedad, sobre que Elisabeth Schweeger, la intendente cultural del proyecto Salzkammergut 2024, dejó entrever en su discurso: «El arte es una fuerza creadora, no es un privilegio para las élites, no es reemplazable ni se puede compensar con el dinero». [5] Así que intentaré terminar de manera positiva: no importa si prefieren los Lederhosen austriacos, los trajes eslovacos, las coreografías contemporáneas, o si simplemente les gustan fotos bonitas como a mí. Si damos espacio a las fuerzas creativas para expresarse, pueden llevarnos a impulsos valiosos o, al menos, a un viaje chulísimo.

Filip

Estudiante, nerd de los idiomas, expatriado

Ayudando a estudiantes y tutores a sacar lo máximo de sus clases 1:1.